Reseña de «Recetas para astronautas» de Basilio Pujante

Recetas para astronautas - relatosMe hice con este librito de apenas cien páginas en la primera presentación que su autor, mi  camarada en lo literario Basilio Pujante, celebró en el Museo de Bellas Artes de Murcia, acompañado del escritor y catedrático Vicente Cervera, y el también escritor y profesor José Óscar López.

Basilio Pujante es, para aquellos que aún no lo conozcan (su nombre ha aparecido alguna que otra vez en este blog), uno de los impulsores y coordinadores del fanzine literario Manifiesto Azul, que publica y edita Colectivo Iletrados. Lo cierto es que conozco a Basi desde hace ya unos años, sé de su interés por el microrrelato (lo estudia y lo cultiva) y, desde hacía tiempo, esperaba una recopilación de sus escritos, algo que me aportara una visión de conjunto sobre su obra (sólo había tenido ocasión de leer o escuchar algunos de sus microrrelatos sueltos).

La primera sorpresa me la llevé en la presentación: Éste no era un libro de microrrelatos. Lo aclaraba el propio autor: «Sé que puede sonar extraño, pero no me gustan los libros de microrrelatos», dijo este profesor que ha dedicado una tesis y varios artículos al tema. Pues sí, resultaba una sorpresa viniendo de Basilio. Pero una sorpresa grata al fin y al cabo. Coincido con él. Todo un libro dedicado a la forma del relato más breve puede llegar a abrumar o aburrir. No es el caso. Éste es un libro de relatos que se van «estirando» con el paso de las páginas. Con un primer texto de menos de una línea de extensión (Historia universal en un telegrama) y un último relato que coquetea ya con la novela breve (El tema del doble).

He podido leer otras reseñas sobre este libro, como la de Héctor Tarancón en la versión impresa de La Opinión de Murcia o la de Vicente Cervera en La Galla Ciencia. Pero a mí me apetecía acercarme a él desde otro punto de vista.

Yo, en Recetas para astronautas, distingo dos clases de relatos: Los microrrelatos puros (aquellos que hacen uso de los mecanismos clásicos del microrrelato o que son como pequeños artefactos literarios, juegos de palabras y de estilo) y los relatos propiamente dichos (sea cual sea su extensión).

Al primer grupo pertenecen los textos: Historia universal en un telegrama, El hombre de arena, De preocupaciones, Verdadero amor, Aislado, Cuestión de confianza, Señor juez, Vellas, El bebé del tercero A, Cadáveres sociales, Hormigueo, Ruinas y Siempre saludaba. Sin duda, de lo mejorcito en formato micro que Basilio tenía guardado en la nevera.

Veo una distinción clara entre estos y el resto por el propio carácter semi fantástico con el que el autor los dota. Y es que ésta suele ser una de las especias esenciales de la literatura minimalista y Basilio lo sabe: Pasear sobre la frontera entre el realismo y la fantasía permite interesantes giros y resoluciones en las microficciones.

Sin embargo, en los posteriores relatos (y en uno que para mí queda intercalado: Verano del 99), el autor adopta otra posición, sin abandonar ni el humor ni la afilada ironía que esgrime en casi todos sus textos. Los cuentos restantes son de un realismo tan cotidiano que no precisan de dobleces fantásticas para dejar un agradable sabor de boca al lector tras el punto final.

En mi opinión, encuentro realmente memorables los relatos Miss Pedanía, La herida, 15 de agosto, Dios (una historia de amor) y el caústico relato Comunión. Y no uso el término «memorables» a la ligera, son memorables porque realmente son relatos sinceros, de factura impecable, que me hicieron disfrutar realmente de su lectura.

En este sentido, leer Recetas para astronautas resulta un viaje capaz de retrotraerte hasta la infancia del autor en los ochenta o su adolescencia en la década posterior. Las historias se hacen reconocibles porque, en algunos casos, son nuestras propias historias. Basilio consigue en estas páginas que todos nos identifiquemos con una generación, que es la nuestra. De eso va Recetas para astronautas, de una generación (la de los hijos de los hijos del Baby boom español), del amor y de lo que los miembros de dicha generación esperan de la vida.

Ficha de «Recetas para astronautas» en Editorial Balduque.

Yo en Euskadi y tú en México (Reseña en prensa)

El pasado diciembre hubo una extraña conjunción de los cuerpos planetarios que produjo que tanto mi padre, el escritor firmante bajo el pseudónimo de Patrick Ericson, como yo, nos hiciéramos con un premio literario cada uno.

Yo, tras un parón creativo de casi un año, me llevé una satisfacción enorme al hacerme con el premio del certamen de relato fantástico de la Universidad del País Vasco (EHU) con el relato «No me sirven en el electrobar«, y mi padre fue galardonado con el premio de los Juegos Florales de Michoacán (México), un certamen poético de renombre en ese país.

Por aquel entonces, el medio Infolínea nos hizo una entrevista, que por razones diversas no ha visto la luz hasta esta semana. Os dejo por aquí el JPEG de la versión impresa, por si os interesa echarle un vistazo.

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Reseña de «Consejos de un discípulo de Morrison a un fanático de Joyce»

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Imagen de la versión de la obra adaptada al teatro por Arsenic Art Studio

Dicen que toda buena novela debe enganchar al lector en su primera frase, o al menos en el primer párrafo. Bolaño y Porta comienzan esta especie de road story de esta manera: “La muy puta conducía a toda velocidad”. Todo un comienzo in media res, que nos sumerge en la enfermiza historia de amor entre el aspirante a escritor Ángel Ros y la delincuente sin remedio Ana Ríos (ambos con iniciales A.R., supongo que una especie de auto guiño de los autores: Antonio y Roberto).

Esta novela, la primera escrita por los poetas A.G. Porta y Roberto Bolaño, parece ser una pequeña muestra de los juegos literarios de los que el escritor chileno se valdría en su posterior literatura: Se intercalan capítulos que son todo líneas de diálogo, saltos temporales, cartas y postales a la madre del protagonista, narración casi cinematográfica repleta de acción, lenguaje y ambiente propio del género noir, un apéndice que sobrevuela y enmarca la historia, o notas al pie en las que el protagonista aprovecha para disertar sobre sus pensamientos o sobre su obra inconclusa (una adaptación moderna y personal del “Ulises” de Joyce, la típica primera novela con la que cualquier escritor en ciernes aspira a explicarlo todo, ―parecen querer sugerirnos el dúo Porta-Bolaño―).

Haber o no haber leído el Ulises de Joyce (al que tanta referencia se hace a lo largo de la novela) no es algo que vaya a marcar un mayor o menor goce de la obra. Yo no lo he leído y me ha bastado con tener conocimiento de su existencia y de su argumento a grandes rasgos.

Los «Consejos» son una lectura poco convencional para el año en que fue escrita (1981-1983), y que obtuvo el premio Ámbito Literario de Narrativa en 1984, después de pasar sin pena ni gloria por otros certámenes.

Personalmente, destacaría el modo no lineal con el Porta-Bolaño nos narran esta historia de amor. Porque se trata de la clásica historia de amor (hacia la femme fatale, hacia la literatura) en la que el protagonista trata/desea/intenta forzar las cosas para volver los vientos a su favor, pero sin la constancia o la completa seguridad de que eso sea lo que realmente desea, en lugar de dejarse llevar por las circunstancias y la autodestrucción que lo rodea.

Hay una frase en el libro que creo que es de aplicación universal a todos aquellos que se encierran en un cuarto y se ilusionan con que algún día escribirán algo que merezca la pena. Resume algo así como la crisis de identidad del escritor. La frase dice: “La literatura, entendida de aquella manera descomunal, además de estúpida o tiernamente ignorante, si se la ve de forma compasiva, era la no asunción de ningún rol. Y así no se puede vivir”.

El modo, decía, en que el tándem Bolaño-Porta quiebra la linealidad para esta historia resulta bastante convincente. Confían en el lector, saben que si éste ha estado atento sabrá recomponer los detalles, las situaciones, hasta encajar toda la historia en su cabeza.

Los autores nos presentan situaciones, que dejan patente esa especie de hartazgo o fobia social del protagonista, sus altibajos emocionales, su amor/desamor por Ana (que representa el caos, la destrucción y la anarquía bajo la que parece querer refugiarse el protagonista para escapar de algo peor, el anonimato o una vida anodina, quizás). Y eso es lo importante, en esencia, acompañar al protagonista a lo largo de este periplo vital y cruzar los dedos esperando que salga de ahí bien parado.

Con esta novela breve me pasó algo que a veces pasa. Salvando los océanos de distancia, yo tenía esquemas y anotaciones sobre una historia que quería escribir, en la que el protagonista era un escritor enamorado enfermizamente por una delincuente al estilo de Ana y que se dejaba arrastrar por ella y por sus crímenes sembrados a lo largo de la carretera Panamericana. Sin saberlo, estaba tomando notas para un plagio involuntario. Aunque no es nada tan extraño, teniendo en cuenta que la figura de la pareja criminal es algo que se encuentra frecuentemente en la vida y en la ficción (Bonny & Clyde, Sid y Nancy, la película Asesinos Natos…).

Es una novela que recomiendo a los que buscan una historia épica, pero condensada en pocas páginas, así como para los que gusten de leer literatura de la que se paladea, aún cuando esa sea la excepción dentro del género negro.